21 marzo 2014

Las Grandes Clásicas, la esencia del ciclismo

Por Asier Bilbao

Vanderaerden, Kelly y Bauer en el muro del Koppenberg
Las carreras llamadas clásicas son pruebas de un día en el calendario World Tour. Algunas de ellas son carreras con un encanto especial y de una gran importancia en la historia del ciclismo mundial. Son las Grandes Clásicas. Estas carreras son el último reducto del verdadero ciclismo añejo de toda la vida, donde aún se guarda y se conserva la grandeza de esta deporte. El del ciclismo a la antigua usanza, de carreteras angostas, reviradas y difíciles de controlar. Donde la planificación y la previsión son imposibles, y donde aún existen márgenes para salirse del guión y provocar situaciones de carrera diferentes e inesperadas. Y los vatios desarrolados por los ciclistas no tienen relevancia sobre los resultados. Ataques y contraataques continuos, batallas tácticas, inteligencia, astucia, sangre fría, sangre caliente, valentía, suerte y fondo físico. Son en definitiva carreras que aún mantienen intacta la esencia del ciclismo. La máxima expresión de la pasión por el deporte de competición más bello del mundo.

La mayoría de estas Grandes Clásicas tienen además como característica la inclusión en sus recorridos de unos puntos clave que se pasan año tras año y que, si no siempre suelen definir el vencedor final, si ayudan a que comiencen a seleccionarse las pruebas; desarrollándose allí las batallas tácticas o los desafíos cuerpo a cuerpo entre los llamados a disputar las victorias. Son lugares ya legendarios en el imaginario de los apasionados de estas pruebas. Puntos estratégicos donde a medida que las carreras se van acercando la excitación y ansiedad de los aficionados se disparan casi al nivel de la adrenalina de los corredores. Sitios sagrados, rodeados de un halo místico en la religión del ciclismo como son las lomas de la Cipressa y el Poggio en la Milán-San Remo, la subida adoquinada del Oude Kwaremont en la E3 Harelbeke, los muros empedrados del Kemmelberg en la Gante-Wevelgem y Koppenberg y Paterberg en el Tour de Flandes, los tramos de pavé de la Trouée de Arenberg y el Carrefour de l'Arbre en la París-Roubaix, la colina del Cauberg en la Amstel Gold Race, la pared del Mur de Huy en la Flecha Valona, la Cote de La Redoute y la Roche-aux-Faucons en Lieja-Bastoña-Lieja, la Madonna del Ghisallo y el Muro di Sormano en La Lombardía o la Avenue de Grammont en la París-Tours. Tan importantes en la historia del ciclismo como lo pueden ser los puertos del Tourmalet, Galibier, Stelvio, Marmolada o Lagos de Covadonga.

En estas carreras no se reparten ni premios de la montaña, ni por equipos, ni de los jóvenes; ni importan los tiempos en meta. Por este motivo son tan disputadas. Pues solo vale buscar la victoria final. Añadido, en algunas de estas pruebas el reglamento impide hacer uso de los radio-transmisores o pinganillos por parte de los equipos, lo que ayuda a que las carreras sean aún más descontroladas, nerviosas e imprevisibles. Razón por la cual nunca se está seguro de cuál puede ser la escapada buena o el ataque definitivo.

Los 5 Monumentos del Ciclismo
La "moda" de los Monumentos comenzó cuando se implanto la Copa del Mundo de Ciclismo en 1989, con la intención de diferenciar a las pruebas más antiguas del resto de carreras de un día que la componían. Hasta entonces apenas se hablaba de los Monumentos del Ciclismo. Existían 9 Grandes Clásicas. Las más prestigiosas y deseadas del calendario, que puntuaban para la premiación anual del Súper Prestigio: una especie de campeonato del mundo oficioso por puntos que coronaba al ciclista más completo, al mejor de la temporada. No hay más que ver el brillo del listado de ganadores para comprobarlo. Estas Grandes Clásicas eran: Milano-Sanremo, Ronde Van Vlaanderen, Gent-Wevelgem, Paris-Roubaix, Fleche Wallone, Liege-Bastogne-Liege, Amstel Gold Race, Paris-Tours y Giro di Lombardía.

Con la Copa del Mundo varias de estas clásicas fueron “sacrificadas” y obligadas por la UCI a cambiar de fechas o a realizar recortes en sus recorridos, por lo que fueron perdiendo su importancia en aras de la internacionalización del ciclismo. A partir de entonces comenzó a hablarse de los Monumentos: Las 5 pruebas de mayor antigüedad de la tristemente desaparecida Copa del Mundo. Las carreras de un día más deseadas, que con el paso de los años fueron aumentando aún más su bien merecido prestigio como carreras diferentes y con identidad propia, rodeándolas de un aura casi mística en el imaginario de los aficionados al ciclismo.

Debemos señalar que el Campeonato del Mundo de Fondo en Ruta es la carrera de un día más importante de la temporada. Pero se disputa por escuadras nacionales, en países distintos cada año y dando vueltas a un circuito. Por estos motivos no está considerado como una clásica.

Clasicómanos de leyenda
Tres leyendas en la Roubaix 1977: De Vlaeminck, Maertens y Moser
Históricamente los corredores flamencos, de la región del norte de Bélgica donde se habla neerlandés, han sido los grandes dominadores de las grandes clásicas europeas. No en vano los únicos corredores que han logrado vencer en los 5 Monumentos son flandriens: Rik Van Looy, Eddy Merckx y Roger De Vlaeminck. Pero no todos son belgas. Grandes clasicómanos fueron también Alfredo Binda, Fausto Coppi, Germain Derijcke, Louison Bobet, Rik Van Steenbergen, Fred De Bruyne, Freddy Maertens, Hennie Kuiper, Jan Raas, Francesco Moser, Sean Kelly, Bernard Hinault y Moreno Argentin entre otros menos destacados. En décadas recientes tenemos a Johan Museew, Michele Bartoli, Paolo Bettini y Oscar Freire como los ciclistas con mayor número de clásicas en su palmarés. En la actualidad podemos disfrutar de los últimos años de esplendor de dos grandes clasicómanos como son Tom Boonen y Fabián Cancellara. Las ediciones de este año del Tour de Flandes y París-Roubaix se presentan apasionantes ante las batallas cuerpo a cuerpo que nos pueden regalar estas dos leyendas vivas de ese ciclismo denominado “de las piedras”. Otro gran clasicómano como Philippe Gilbert lamentablemente parece haberse estancado tras sus grandes triunfos entre 2008 y 2012.

Las siguientes son las Grandes Clásicas históricas del calendario ciclista, en orden cronológico a como se disputan durante la temporada. Ganar cualquiera de estas carreras es el sueño de muchos ciclistas, pues supone entrar en el libro de oro de la historia del ciclismo.

Milán-San Remo, la Classicissima
El técnico descenso del Poggio, momento clave de la Sanremo
El primer Monumento de la temporada es la clásica más larga, superando los 290 kilómetros; siendo esta característica la mayor dificultad a la que se enfrenta el lote. Se trata de la 2ª prueba más importante de Italia tras el Giro, por lo que es muy disputada y deseada por los corredores transalpinos. Las subidas de que consta son el Passo del Turchino, los capos Mele, Cervo y Berta, Cipressa y el Poggio de Sanremo (este año no se suben las cotas de Le Manie ni la programada Pompeiana). Estas cotas no tienen en la actualidad la suficiente dureza como para romper el pelotón, por lo que en los últimos años es común que se disputen la victoria entre un selecto lote de corredores veloces y potentes que, tras 7 horas de pedaleo entre la capital de Lombardía y el mar de Liguria en busca de la gloria ciclística, deben olvidar el dolor de sus piernas en el agónico sprint final.

La primera edición se disputó el año 1907. Eddy Merckx posee el record de ediciones ganadas, con 7 victorias.

Gante-Wevelgem, en los dominios de Eolo
Es una de las carreras más importantes del norte de Bélgica, que se disputa en varias fases cercano al mar. Los principales obstáculos de la prueba son los muros del pavimentado y duro Kemmelberg, Monteberg, Baneberg y el también adoquinado Kasselberg, y el recorrido plano pero abierto y expuesto a fuertes vientos laterales, formándose habitualmente los famosos abanicos que fraccionan aún más el pelotón en varios grupos. A pesar de estas dificultades no siempre se consigue romper totalmente la disciplina del lote y seleccionar del todo el gran grupo. Por esto se considera una clásica apta para embaladores de grupos más o menos selectos.

La primera edición se disputó en 1934. El record de 3 victorias lo comparten los belgas Robert Van Eenaeme, Rik Van Looy, Eddy Merckx y Tom Boonen con el embalador italiano Mario Cipollini.

Tour de Flandes, la fiesta del ciclismo
Fanáticos flandriens en el mítico Muro de La Capilla
El 2º Monumento de la temporada es la carrera más importante del año para los flandrien. Es la gran fiesta ciclista de la región de Flandes, la zona norte de Bélgica. El único lugar del mundo donde el ciclismo es religión, el deporte rey por encima del futbol. Y sus campeones son tratados como héroes y hasta protagonizan los comerciales de TV.

De Ronde es una de las carreras más espectaculares del año, con una sucesión de tramos de pavé intercalados entre cortos muros con rampas de 2 dígitos. Muchas de estas cotas o bergs son adoquinadas, lo que aumenta la dificultad a la hora de subirlas. Siempre es una carrera que supera los 250 kilómetros, apta para corredores potentes que les permitan superar a base de explosividad las tradicionales cotas que salpican el recorrido. Las más conocidas y difíciles son Taaienberg, Eikenberg, Molenberg, Kruisberg, el temido Koppenberg, Oude Kwaremont y Paterberg. Lamentablemente el mítico Kapelmuur o Muro de La Capilla se suprimió en las últimas ediciones.

La primera edición tuvo lugar en 1913. El record de victorias lo comparten los belgas Achille Buyse, Eric Leman, Johan Museew y Tom Boonen con el italiano Fiorenzo Magni, conocido como “el león de Flandes”, con 3 ediciones cada uno.

París-Roubaix, el Infierno del norte
Boonen impone su paso en el Bosque de Arenberg
Su extrema dureza la hace única. Es el último reducto de un ciclismo salvaje y en vías de extinción. “La lucha por la supervivencia” adaptada a nuestro deporte favorito. Solo apto para tipos duros física y sicológicamente, que aguanten el continuo castigo al que es sometido su organismo en los largos y continuos tramos de pavé. Hay otras carreras que pasan por tramos adoquinados. Pero ninguno está en tan precario estado como el pavé del Infierno del norte. Este detalle, unido a que son siempre alrededor de 50 kilómetros los transitados por esta superficie en los casi 260 kilómetros totales de que suele constar la París-Roubaix; y que al ser en plano las velocidades que se alcanzan son mayores, con lo que el traqueteo de la bici y el castigo a los cuerpos es mucho mayor, hacen que esta sea la carrera ciclista de un día más dura, exigente y espectacular de todo el año.

Los alrededor de 30 tramos de pavé se encuentran repartidos en los últimos 150 kilómetros de carrera. Tienen una longitud variable, los más largos superan los 3 kilómetros de longitud. Según la dificultad, la distancia y el estado en que se encuentran las piedras de los diferentes tramos la organización califica estos pasajes como los altos de montaña, pero en Estrellas en vez de Categorías. Los de 1 Estrella son los tramos más sencillos y los de 5 Estrellas los más duros y complicados. Los más exigentes y conocidos son el terrorífico Bosque de Arenberg, Mons-en-Pévéle y el Carrefour de l'Arbre (el cruce del árbol), únicos de 5 Estrellas. A estas dificultades se añaden la estrechez de los tramos pavimentados y adoquinados, los barreales cuando llueve o el polvo cuando el clima es seco y el público enfervorizado, que todos los años causan numerosas caídas y tapones en la vía que los participantes deben sortear como buenamente puedan.

Otras características de la París-Roubaix son que, salvo algunas ediciones en los años 80, siempre finaliza en el velódromo de Roubaix, al que se le da vuelta y media para superar la línea de meta. Y el trofeo al vencedor es muy diferente a las habituales copas: un pesado adoquín, alzado con orgullo por los campeones.

Este Monumento es una de las carreras más antiguas que aún sobreviven en el calendario internacional. Se disputó por vez primera en 1896 con el nombre de La Pascale, por disputarse siempre el domingo de Pascua de la Semana Santa. Roger De Vlaeminck, también conocido como “el gitano” y “Monsieur París-Roubaix”, comparte el record de victorias con su compatriota Tom Boonen, los dos con 4 ediciones ganadas.

Amstel Gold Race, la carrera de la cerveza
Es una carrera que se disputa en Holanda, en la región de Limburgo, desde 1966. Patrocinada por la empresa cervecera que da nombre a la prueba, es la primera de las clásicas del denominado tríptico de Las Ardenas, junto con la Flecha Valona y la Lieja-Bastoña-Lieja. Su recorrido quebrado de unos 250 kilómetros consta de un gran número de cortas pero empinadas cotas, como son el Gulperberg, Kruisberg, Eyserbosweg, Keutenberg y Cauberg, encadenadas una detrás de otra. El ciclista que más veces logró imponerse en esta clásica es el holandés Jan Raas, con 5 victorias.

Flecha Valona, el paraíso de los sprint en cuesta
Esta fue una clásica de gran prestigio, como lo demuestra el palmarés de vencedores. Perdió mucha parte de su importancia a raíz de la implantación de la Copa del Mundo de Ciclismo el año 1989, donde no fue incluida. Siendo obligada por la UCI a cambiar sus fechas y reducir su recorrido a los 200 kilómetros, cuando anteriormente rondaba siempre los 240 kilómetros.

Al igual que la Amstel Gold Race y la Lieja-Bastoña-Lieja, el recorrido por las Ardenas belgas está salpicado de cortas cotas de diferente dificultad, siendo el Muro de Huy el más famoso y duro de todos, con rampas de hasta el 26% de desnivel. Este muro se pasa 3 veces, y en la última de ellas se sitúa la línea de meta. En los últimos años se ha convertido en la más previsible de las Grandes Clásicas, porque al estar situada en el calendario entre dos carreras tan largas e importantes como Amstel y Lieja, los corredores reservan sus fuerzas para estas otras pruebas, y dejan la resolución para el kilómetro final. Lo que hace de la Flecha Valona una carrera apta para up-hill finishers o embaladores cuesta arriba. El año pasado tuvimos a dos colombianos disputando la victoria. Esperemos que no se demore en el tiempo que alguno de nuestros escarabajos logre alcanzar el puesto más alto del pódium.

La primera edición se disputó el año 1936. Los ciclistas que más veces se impusieron en la meta de Huy son los italianos Moreno Argentin y Davide Rebellin, con 3 victorias cada uno.

Lieja-Bastoña-Lieja, la Decana de las clásicas
Lieja 1998: primer duelo Bartoli - Vandenbroucke en La Redoute
El 4º Monumento de esta lista es la clásica más antigua del calendario tras la Milán-Turín. La primera edición trata de 1892, por eso es conocida como La Doyenne (la decana).

La carrera siempre tiene alrededor de 260 kilómetros, en un recorrido que como su propio nombre indica, sale de Liege hacia el sur, hasta llegar a Bastogne y regresar hasta la ciudad de comienzo. Pero en su recorrido de vuelta hacia el norte recorre los montes y bosques de Las Ardenas belgas, atravesando varias colinas de diferente dificultad que constituyen la principal y tradicional característica de la dureza de esta prueba. Este año se suben las cotas de La Roche-en-Ardenne, Saint-Roch, Wanne, Stockeu, Haute-Levée, La Vequée, La Redoute, Sprimmont, Forges, Roche-aux-Faucons (la roca de los halcones), Saint-Nicolas y el repecho de Ans donde se sitúa la meta. En ediciones anteriores también fueron incluidas cotas como Rosier, Maquisard, Mont-Theux o Sant-Tilman.

No podía ser otro que Eddy Merckx quien tuviera el record de victorias en la Lieja, con 5 ediciones ganadas. Pero la edición más mítica, épica y dantesca es la del año 1980, donde un imperial Bernard Hinault destrozó la carrera desde muy lejos a meta bajo una tormenta de nieve, llegando a meta congelado pero con 9 minutos de ventaja sobre el segundo clasificado.

París-Tours, para pasistas y embaladores
La única gran clásica que falta en el impresionante palmarés de Eddy Merckx se disputa en el mes de octubre. Su recorrido de unos 250 kilómetros es eminentemente llano, muy adecuado para rodadores y embaladores. Los últimos kilómetros siempre son muy nerviosos. Las dos cortas cotas de la parte final siempre dan lugar a escaramuzas de hombres potentes que cortan el lote. Pero la mayoría de las veces el pelotón logra reorganizarse y consigue alcanzar a los escapados poco antes de la meta situada en la bella Avenida de Grammont, con el consiguiente embalaje que casi siempre suele resultar espectacular.

Su primera edición fue en 1896. Con 3 triunfos cada uno, comparten el pódium de victorias los belgas Gustave Danneels y Guido Reybrouck, el francés Paul Maye, y el alemán Erik Zabel.

Giro de Lombardía, la Clásica de las hojas muertas
La Lombardía sube todos los años a la Madonna del Ghisallo
Es el 5º y último Monumento del año. Se disputa en el otoño europeo, a finales de la temporada ciclista, en el norte de Italia, en la región que da nombre a la prueba. Actualmente se denomina oficialmente Il Lombardía. Podríamos decir que se trata una clásica de montaña que ronda los 250 kilómetros y en los que se ascienden varios altos de diferente dureza que podrían catalogarse de 1ª, 2ª y  3ª Categoría. La ascensión más famosa es el Colle de La Madonna del Ghisallo, en cuya cima hay una capilla donde se venera a la Patrona de los Ciclistas. Pero la subida más dura es el Muro de Sormano, con rampas brutales de hasta el 27%. Así y todo su mayor dificultad no radica en superar estos puertos, sino en que los corredores llegan cansados a disputarla después de una larga temporada.

Su primera edición data del año 1905. El record de la Lombardía lo tiene el legendario ciclista italiano Fausto Coppi, con 5 victorias.

Hay más clásicas para disfrutar
Pero no son estas las únicas clásicas importantes. Hay otras muchas pruebas de un día a lo largo del año. Las de mayor prestigio actualmente podrían ser la Omloop Het Nieuwsblad (antes conocida como Het Volk), Strade Bianche (carreteras blancas –destapadas- en italiano), E3 Harelbeke, Clásica de San Sebastián, Milán-Turín y Giro del Piamonte (ganado por Urán en 2012). Pero también están la Flecha Brabançona, la Vattenfall Cyclassics, el Giro de Emilia (con triunfos de Betancur en 2011 y Quintana en 2012), el Gran Premio de Plouay... Es una lástima que desaparecieran del calendario pruebas como el Gran Premio de Zúrich y la mítica y diferente Burdeos-París, con sus 600 kilómetros y las derny (motos de pequeña cilindrada) tras las que se resguardaban los valientes que se atrevían a disputarla.

Conocerlas es amarlas
Ahora que disfrutamos de la generación de corredores más completos de nuestra historia ciclista, que disputan varias de estas Grandes Clásicas con muchas posibilidades de vencer en ellas, sería deseable que en Colombia se crearan carreras de un día de este tipo, de kilometrajes superiores a los 200 kilómetros, cada una con unas características propias y con dificultades a superar por los ciclistas fácilmente identificables por los aficionados (como lo son el pavé, los muros o las carreteras destapadas). Y qué bonito sería que con el paso del tiempo se convirtieran en tradicionales. Es decir: en Clásicas carreras de un día.

Este domingo en Italia con la Milán-San Remo, y hasta la Lieja-Bastoña-Lieja el 27 de abril, comienza el mes de las Clásicas de Primavera. Preparémonos para disfrutar de la pasión ciclista en toda su intensidad.

1 comentario:

  1. En Colombia cuando veremos clasicas asi.Pero el de Flandes me parecio la locura,no me imagino correr en Adoquines.

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